17.11.08

-5°

Entró a la casa, vacia, oscura, y se detuvo un momento a mirar a través de la ventana el resplandor de las luciernagas electricas paradas en las delicadas ramas de acero, y el resplandor era azul, se quitó el abrigo y lo dejó en el perchero inexistente, siguió contemplando la luz artificial y ella lo observaba suspiró y lo sacó de su embelesamiento, entonces la miró, sentada al borde de la cama, en una flor de loto mal lograda, encorvada y casi desnuda a pesar de la atmósfera punzante. Permaneció paralizado escucho el sonido de sus latidos tranquilos, y demasiado lentos. Caminó hacia ella y la abrazó, su piel estaba casi congelada, se recostaron en las gélidas sábanas y siguieron contemplando la luz de la ciudad por los ventanales.

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